domingo, abril 27, 2008

La epistemología de san Agustín






Hacia una definición epistemológica



Para tener un acercamiento a la epistemología agustiniana sería necesario en primer lugar, hacer una precisión del término en su concepción general. El concepto “epistemología” proviene de dos palabras griegas que significan conocimiento y tratado; por tanto, podría definirse como tratado sobre el conocimiento o doctrina del saber, equiparable al término gnoseología.[1]



En el texto sobre el pensamiento de san Agustín para el hombre de hoy de J. Oroz Reta y J. Galindo se afirma que el santo de Hipona nunca se propuso como objetivo elaborar una teoría del conocimiento. Pero en la obra De Trinitate, la que más trata el tema, lo que intenta es encontrar en el hombre una imagen de la Trinidad; lo cual lo lleva a analizar y describir el funcionamiento del conocimiento humano como ámbito (juntamente con las otras facultades del espíritu) en el que más propiamente se encuentra esa imagen. Pues bien, para este propósito le sirve mejor la elaboración del conocimiento desde otros conocimientos ya dados.[2]



José Galindo afirma que el conocimiento humano, según Agustín, utiliza dos formas de aprehender la realidad, que constituye grados diferentes de aptitud para captar unos u otros seres: razonar y entender. La mente humana está dotada por naturaleza de razón e inteligencia, donde la razón es el movimiento de la mente capaz de discernir y relacionar las cosas que se conocen y que nos pueden conducir al conocimiento de Dios, mientras la inteligencia o la razón superior que es lo mismo que el entendimiento es la función más elevada del conocimiento humano; en ellas se realiza la iluminación por parte de ese ser Superior que es Dios.



Es así como la ciencia tiene por objeto razonar acerca de las cosas temporales, mientras que la sabiduría se preocupa por la contemplación de las cosas eternas. Esto quiere decir que razonamos cuando nos ocupamos del gobierno de las cosas temporales y entendemos cuando nos entregamos a la contemplación y consulta de las cosas eternas.[3]

Conocer la Verdad: punto de partida



Para san Agustín la Verdad necesaria y eterna no es ni puede ser otra cosa que el ser auténtico, verdadero, al que no le falta nada ni puede cambiar: sólo el Ser infinito e inmutable realiza la Verdad. La esencia se identifica con la Verdad. Ahora bien, el Ser que verdaderamente es, la Esencia, se equipara con la bondad suprema que realiza en sí la unidad y la belleza infinita. Todo lo que existe fuera de la Verdad subsistente no puede ser sino copia de aquellas formas principales o “razones eternas”, que no han sido formadas y según las cuales ha debido ser configurado todo lo demás.



En ese sentido agustiniano, en la verdad se contienen todos los ejemplares de los seres existentes posibles. La esencia de Dios en cuanto es Verdad única y suprema, se despliega internamente en ideas o formas, que no destruyen la unidad esencial íntima: la multiplicidad de ideas o formas eternas resulta al pasar su luz por el prisma de la inteligencia creada. Por tanto, san Agustín concluye que no se puede negar que existe la Verdad inmutable, que contiene en sí todo lo que es inmutablemente verdadero, y así, termina identificando la razón eterna e inconmutable, que contiene todas las ideas, con el Verbo que es Cristo mismo.[4]

La elaboración del conocimiento



A san Agustín le interesa, partiendo de su obra De Trinitate, no tanto el modo como se adquiere el primer conocimiento sino cómo se elaboran nuestros conocimientos desde anteriores conocimientos guardados en la memoria.



Por eso, se describe el proceso de la renovación del conocimiento según el análisis de la siguiente frase agustiniana: “La renovación del conocimiento: conocimientos segundos o derivados”.(De Trinitate 15,21,40). De ahí se deducen los siguientes pasos:



a. Entender es descubrir la verdad pensando.
b. Lo que se ha entendido se archiva en la memoria.
c. Existe la profundidad de la memoria, en la que está todo lo que sabemos aunque no pensemos en ello.
d. En la inteligencia, al realizar el acto de pensar para encontrar la verdad, se encuentra el Verbo, que no pertenece a ningún lenguaje convencional.
e. El pensar por la inteligencia que da a luz al Verbo íntimo, engendra la ciencia. Pero para llegar a la ciencia se parte de lo contenido en la memoria y los pensamientos que se adquieren.
f. La ciencia-visión-inteligencia recién engendrada se guarda en la memoria.



Según el proceso anterior, se comprende como punto de partida el conjunto de conocimientos (no pensados) latentes en la memoria, los cuales están impresos en la mente; y en segundo lugar, los conocimientos adquiridos por medio de los innumerables actos cognoscitivos, en su momento sí pensados durante todo el tiempo anterior de la vida consciente.[5]

Teoría de la iluminación. Los conocimientos nuevos o primitivos



Una de las teorías más conocidas de san Agustín es la del iluminismo. Con ella se afirma que el entendimiento humano puede llegar al conocimiento de la verdad si es iluminado por Dios.[6] El padre Pegueroles parte de esta premisa para exponer las ideas agustinianas sobre lo que hoy conocemos como teoría del conocimiento.



En primera instancia hay que decir que el obispo de Hipona utiliza con frecuencia un lenguaje metafórico para referirse a la presencia y a la acción de Dios en el alma humana. Lo llama Maestro Interior, porque es quien nos enseña en lo más hondo del alma las verdades eternas. También lo llama Luz, porque es quien ilumina nuestro entendimiento para que podamos conocer o “reconocer” esas verdades. En este orden de ideas, la teoría del conocimiento agustiniana consta de tres elementos: objeto que es conocido, sujeto que conoce y Dios que ilumina.



Pero, ¿en qué consiste este iluminismo? En realidad se trata de una doble acción de Dios en el hombre. Por una parte, es una Impresión: impresión de conceptos o nociones, con las cuales nace el alma humana. Dicho de otra manera, son ideas innatas sobre los primeros principios, es decir, Bondad, Unidad, Belleza, etc. No se trata de la Reminiscencia platónica, pues san Agustín no admite la preexistencia del alma, pero sí toma del filósofo griego el concepto fundamental de las ideas eternas y las “rebautiza” con el nombre de verdades eternas.



En segundo lugar, el iluminismo agustiniano es la Iluminación misma, que no es otra cosa que la presencia e imagen de Dios en el alma. La Verdad está presente en el alma y trae consigo las verdades eternas, es decir, el preconocimiento que el hombre necesita para poder conocer (“recordar”). Esto significa que Dios está en la memoria del hombre, pero no en la memoria psicológica que nosotros conocemos, sino en una especie de memoria metafísica[7], que se encuentra en lo más hondo del alma.



Por otra parte, desde el análisis del texto De Trinitate 9,7,12 y 12,15,24 se pueden deducir los elementos esenciales del conocimiento humano según la teoría de la iluminación. A saber:
a. La facultad cognoscitiva del hombre que actúa en el conocimiento informado por la iluminación.[8]
b. El medio en que esta facultad cognoscitiva conoce es la luz incorpórea especial. La facultad cognoscitiva del ser humano recibe la acción iluminadora de Dios.
c. El objeto de este conocimiento, es decir, lo que se conoce es la forma según la cual somos y según la cual obramos cuando obramos conforme a la verdadera y recta razón (De Trinitate 8,6,9).
d. Intento de explicar el conocimiento natural del ser humano, mas no el conocimiento místico ni de las iluminaciones sobrenaturales de la gracia.
e. La iluminación orienta la acción cognoscitiva de la inteligencia humana respecto de todos los objetos, aunque no en todos los niveles de ese conocimiento (C. Faustum 20,7).
f. El alma intelectiva conoce las esencias de las cosas en las nociones inteligibles contenidas en Dios.
g. La luz especial en el hombre es la huella de la misma luz que coexiste con Dios, que es Dios.
En síntesis, la finalidad de la teoría de la iluminación es explicar el hecho de los juicios en cuanto verdaderos. Lo que le suscita al santo de Hipona una auténtica pasión intelectual es analizar los actos del conocimiento humano en los que se ve la Verdad, un fin y valor superior. Por consiguiente, se propone que el estudiante de la epistemología agustiniana se preocupe por descubrir los fundamentos del conocimiento, la posibilidad de la verdad, la relación sujeto-objeto, el qué puedo conocer, el gozo de encontrar la verdad, el sentido de la duda en la búsqueda de la verdad y los distintos grados del saber[9].




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[1] Cf. MARTÍNEZ ECHEVERRI, Leonor. Diccionario de filosofía. Bogotá: Panamericana, 1996. P. 167.
[2] Cf. OROZ RETA, José y GALINDO, Rodrigo. El pensamiento de san Agustín para el hombre de hoy. I. la filosofía agustiniana. Valencia: Edicep, 1998. P. 429.
[3] Cf. GALINDO, José Antonio. Pedagogía de san Agustín. Madrid: Augustinus, 2002. P. 126-127.
[4] ALESANCO REINARES, Tirso. Filosofía de san Agustín. Síntesis de su pensamiento. Madrid: Augustinus, 2004. P. 108-111.
[5] Cf. OROZ RETA y GALINDO. Op. Cit. P. 430-431.
[6] Cf. PEGUEROLES, Juan. Pensamiento filosófico agustiniano. Barcelona: Labor, S.A., 1972. P. 39-40
[7] Cf. AGUSTÍN, San. Confesiones. En: obras de san Agustín. Madrid: BAC, 1979. P. 404.
[8] Cf. Ibíd. P. 432-437.
[9] Cf. CONFERENCIA EPISCOPAL DE COLOMBIA. Currículo académico para los seminarios de Colombia. Bogotá: CEC, 2005. P. 25.
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Este artículo fue elaborado con la colaboración de:
Fray Héctor Manuel Calderón Muñoz, oar
Fray Hugo Fernando Morales Ballesteros, oar

jueves, abril 03, 2008

¿Qué es la filosofía y la teología para san Agustín?

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Lo primero que hay que decir es que filosofía y teología en san Agustín no se pueden comprender separadamente, como no se pueden comprender separadamente razón y fe, puesto que la verdad que busca el filósofo es Dios mismo, y esa verdad es revelada al hombre por el mismo Dios. En otras palabras, en la mente agustiniana la verdadera ciencia filosófica desemboca en la sabiduría cristiana.

En segundo lugar, los conceptos de filosofía y teología que maneja el santo no pueden leerse desde las categorías científicas que manejamos hoy, toda vez que responden a un contexto precientífico totalmente ajeno a nuestra comprensión actual.

¿Qué es la filosofía para san Agustín?

La filosofía de san Agustín no es una sistematización académica de conceptos abstractos, sino el reflejo vivo de su experiencia personal en el camino de la búsqueda de la verdad, siempre de la mano de su proceso de conversión. Agustín pensaba que era necesario entender para creer, pero se encontró con una realidad diferente: era necesario creer para entender[1]. El camino de la verdad es el mismo camino de la fe; por lo tanto, más que una filosofía orgánicamente elaborada, pensaba en una religión, en una vida. Su pensamiento está construido sobre un sistema de ideas básicas que son aplicadas invariablemente a la solución de problemas. Para el santo de Hipona la verdad filosófica es el camino de la inteligencia hacia Dios[2].

Francisco Moriones afirma que san Agustín creía, al escribir De Beata Vita y Soliloquia, que le era posible al hombre obtener un conocimiento perfecto de Dios, y así obtener la felicidad en este mundo. De ahí su insistencia en identificar la sabiduría con la felicidad, pues el deseo de alcanzarla es lo que motiva al hombre a conocer, y no la simple admiración de las cosas del mundo. Importan más los fines que los principios, el para qué que el por qué. Más tarde, al escribir De Trinitate y el Enchiridion, insistió en la parte preponderante y casi exclusiva que corresponde a la piedad, identificándola con la sabiduría, y ésta con el culto de Dios[3]. De la sabiduría filosófica creada, el verdadero filósofo asciende a la sabiduría increada, que es el Hijo de Dios[4].

Así pues, si la sabiduría es Dios, por quien fueron hechas todas las cosas, como lo mostró la autoridad divina y la verdad, el verdadero filósofo es el “amante” de la sabiduría, el “amante” de Dios[5].

San Agustín, al desarrollar sus categorías filosóficas, empleó fuentes clásicas y cristianas, dando preferencia siempre a la escuela neoplatónica, en la que se basó para desarrollar su teoría iluminista.

¿Qué es la teología para san Agustín?

San Agustín no se interesó por definir lo que es la teología ni establecer su estatuto científico, pero la lectura atenta de sus obras nos permite afirmar que él la entiende como un estudio contemplativo de los misterios aceptados por la fe[6], es decir, como un camino creyente de investigación de los misterios revelados. Una de las características sobresalientes de su teología es la unión de los conceptos de contemplación y estudio racional de la fe. La ciencia teológica digna de ese nombre es la ciencia dogmático-moral-ascética que debe conducir al hombre a la sabiduría cristiana, a la contemplación mística, al deleite de las cosas divinas.

Es misión de la teología investigar y exponer el designio salvífico universal de Dios con respecto al género humano. La religión cristiana es para san Agustín regalis liberandi via, el camino real de salvación para la humanidad[7]. Con el fin de exponer e ilustrar este designio divino, el obispo de Hipona construyó un discurso teológico propio, enriqueciéndolo con ideas muy personales según su experiencia.

La teología de san Agustín no es sólo teología de la mente, sino también teología del corazón. El método que caracteriza su teología es el método afectivo: “No se entra en la verdad sino por la caridad”[8]. Este método tiende a convencer al entendimiento de la necesidad de entrar en el camino que Dios trazó para salvar al hombre, pero se preocupa sobre todo de tocar el corazón para que nazca en él el amor de Dios, que nos amó primero.

En el itinerario de la mente hacia Dios a nivel sobrenatural de religión revelada el primer paso es la aceptación de la revelación por la fe[9]. No basta creer, es menester obrar. La fe, según Agustín, no es una adhesión fría y puramente intelectual a las verdades reveladas. La obediencia de fe que se debe a Dios es una entrega total y rendición suprema del alma al amor de Dios, demostrada en la observancia de los mandamientos; en otras palabras, como afirma Etienne Gilson “la fe agustiniana es simultáneamente adhesión del espíritu a la verdad sobrenatural y humilde abandono del hombre a la gracia de Dios”[10].

En suma, se podría afirmar que la teología agustiniana se construye sobre la adhesión plena a la autoridad de la fe, el deseo de alcanzar la inteligencia de la fe, la persuasión de la originalidad de la doctrina cristiana, el sentido profundo del misterio y la subordinación de la teología a la caridad.


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[1] Cf. Sermón 43,9
[2] Cf. ALESANCO REINARES, Tirso. Filosofía de san Agustín: síntesis de su pensamiento. Augustinus, Madrid, 2004. P. 11.
[3] Cf. Enchiridion 2, De Trinitate 14,1,1.
[4] Cf. De Beata Vita 4,34. Citado por MORIONES, Francisco. Teología de san Agustín. BAC, Madrid, 2004. P. 5.
[5] Cf. De Civitate Dei 8,1. Citado por LASANTA, Pedro y DEL OLMO, Rafael. Diccionario doctrinal de san Agustín. Edibesa, Madrid, 2003. P. 253.
[6] Cf. New Catholic Encyclopedia, Art. S. Augustine, New York, by O.J. Du Roy, col. 1052. Citado por MORIONES, Francisco. Espiritualidad Agustino Recoleta: carácter contemplativo del carisma agustiniano. Augustinus, Madrid, 1988. P. 189.
[7] Cf. De Civitate Dei 10,32,1; 10,22,2-3
[8] Ibid. 19,1,3
[9] Cf. De Utilitate credendi 13,29.
[10] GILSON, Etienne. Introduction a l’etude de S. Augustin, p. 37. Citado por MORIONES, Francisco. Espiritualidad Agustino Recoleta: carácter contemplativo del carisma agustiniano. Augustinus, Madrid, 1988. P. 187.


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Esta breve síntesis fue elaborada con la colaboración de los siguientes frailes:

Juan Pablo Martínez Peláez

Héctor Manuel Calderón Muñoz

Hugo Fernando Morales Ballesteros